*Señalados como el tercer género, suelen portar trajes típicos
NVI Noticias
Estrella Velázquez es una indígena travesti, alta y morena. Lleva con orgullo un impecable chongo adornado con una rosa roja, camina sin prisa en la ciudad de Juchitán e ignora las burlas que despierta. Es integrante de los muxes de Oaxaca en proceso de «reinvención».
En la etnia indígena zapoteca del sur de México, los muxes tradicionalmente han sido reconocidos como el «tercer género» y aceptados como los «iniciadores sexuales» de los hombres.
Sin embargo, inspirados en el avance de la lucha de la comunidad LGBT en otras latitudes, ahora han comenzado a usar los vestidos típicos a diario y de gala para lucirlos en las fiestas religiosas. Un puñado de muxes incluso se han convertido en transexuales y han logrado cambiar su nombre en sus documentos oficiales.
«Ya somos más libres, más vistosas», pero «todavía hay discriminación», comenta Estrella, de 35 años y directora de la oficina de Diversidad Sexual del municipio de Juchitán.
El deseo de muchos muxes de salir de su rol tradicional los ha confrontado con las mujeres de esta región, predominantemente matriarcal.
El sismo de 8,2 grados del pasado 7 de septiembre, que convirtió en escombros gran parte del Istmo de Tehuantepec, mostró el rol especial pero precario que los muxes tienen en la sociedad zapoteca: lo mismo cargan grandes pedazos de lozas de cemento que preparan comida con los escasos ingredientes.
Sin embargo, la discriminación sigue intacta.
«Es indignante»
A las mujeres de Juchitán no les importa que los muxes mantengan relaciones con los hombres de sus comunidades. Pero rechazan que vistan de tehuanas, sus vestidos tradicionales, y sobre todo que participen de sus celebraciones, llamadas Velas.
Los trajes de tehuana, popularizados por la afamada pintora mexicana Frida Kahlo, además de hermosos son caros; están bordados a mano sobre finos terciopelos, resaltados con joyería artesanal de oro y holanes blancos en la cabeza llamados resplandores.
Las mujeres zapotecas los usan para las Velas, fiestas que duran toda la noche y están dedicadas a los santos patronos de los pueblos del Istmo de Tehuantepec, en las que hay derroche de comida y bebida.
«Que hagan con su sexualidad lo que quieran (…) todo estaba bien hasta que comenzaron a ‘vestirse’. Es indignante que usen nuestros trajes» de gala, dice manoteando en el aire mientras espera su pedido de pollo en un mercado Angélica Castillejos, una modista de 46 años.
En contraste, la mayoría de los hombres que abordó la AFP, se mantienen neutrales. «Está bien (si los muxes usan la vestimenta típica). A mí no me disgusta», comenta Alejandro Ruiz, un carnicero, bajo la mirada rabiosa de la cajera del puesto.